El anuncio de Freixenet pidiendo un ERTE para más de 600 operarios de la célebre bodega de cava es una llamada de atención por efectos de la sequía. La Generalitat denegó su aplicación (estamos en plena campaña electoral y con el voto no se juega). La empresa con los sindicatos ha vuelto a solicitarlo. 

Y es que el cambio climático, con la sequía como consecuencia, influye y va a influir en la economía española. Hay dos dimensiones de este fenómeno: a) los hechos que se pueden medir (Freixenet es un dato incontestable); y b) el efecto en la sensibilidad social expresada por la opinión pública o publicada.

Una encuesta del Ministerio de Transformación Ecológica e Ideara investigación en 2022 arrojó los siguientes resultados: el 93,5% de los encuestados creen que el problema es real; el 73,3% que no se le da la importancia que debería tener; el 90% que las generaciones futuras sufrirán sus consecuencias.

En una encuesta del ministerio no podía esperarse resultados diferentes que influirán en la política del Gobierno.  Los españoles también opinan sobre las medidas a tomar. Entre otras cosas piden: subvenciones para aislar viviendas 98,8%; crear zonas de bajas emisiones en los centros urbanos 88,3%; reducir el uso de automóviles contaminante 84% … Impuestos a productos que emitan CO2 80%; fomentar las energías renovables 80% …  El Gobierno actuará en consecuencia. La economía va a sentir esas decisiones.

Pero al margen de esa presión, los hechos son contundentes. La COAG, el 23 de abril, indicaba que: “el 60% del campo español está siendo atacado de forma irreversible con 3,5 millones de hectáreas de secano perdidas y graves daños en leñosos (frutales, viña, olivos…); bajas en los cultivos de maíz, girasol y arroz …” En la apicultura, que necesita la floración, se está reduciendo el número de colmenas de manera alarmante.

Y es que el cambio climático, con la sequía como consecuencia, influye y va a influir en la economía española

Un desastre para la España rural con seguros agrarios que no cubren del todo esos daños. Pero también para el resto del país porque suben los precios alimentarios.

El cambio climático, según el catedrático de geografía, Javier Martin, está tropicalizando nuestras costas (incluso las del norte) y eso exige investigación para poner variedades vegetales adecuadas. También está desertizando zonas interiores. Los bosques son más vulnerables a los incendios y probablemente hay que vigilar más y plantar variedades resistentes. Las riadas sustituyen a la lluvia beneficiosa en cauces no preparados para ellas.

Además, la industria turística es un gran consumidor de agua. La media de consumo por habitante y año en Cataluña es de 119 litros. En una zona turística del Baix Ampordá es de 214 tanto por consumo personal, como de piscinas. En Canarias se ha resuelto el tema en parte por las desaladoras marinas. Algo a lo que recurrir en las costas turísticas ¿Y en las zonas centrales con ríos de caudal exiguo?

Mientras, con el calor, la cornisa cantábrica ha aumentado su atracción turística con el crecimiento de la hostelería y el precio de los inmuebles. Un cambio del que la prensa londinense se ha hecho eco aconsejando la Coruña como un lugar ideal para el verano. 

Incluso ya empieza una regulación horaria especial para trabajos al aire libre en épocas de calor. La sanidad lo notará con el aumento de enfermedades y plagas tropicales.

El cambio climático, según el catedrático de geografía, Javier Martin, está tropicalizando nuestras costas (incluso las del norte)

Es necesario reaccionar. Revisar el Plan Hidrológico Nacional; los pantanos; los acuíferos freáticos; reformar y ampliar el sistema de aljibes (que evitan la evaporación). Por supuesto también los trasvases, que por su significancia política exigen gobiernos responsables. Aumentar las energías renovables y la nuclear (ahora verde según la UE) como seguridad de suministro. Alargar el periodo de las actuales centrales y analizar el uso de las nuevas minicentrales desarrolladas en EEUU.  

La política de bulo y crispación no resolverá este reto. Es necesaria una concertación entre: gobierno y oposición; Administración central, Autonomías y poderes locales; lo público y lo privado. Evitando el riesgo de la sobre-regulación que asfixia la iniciativa privada y reduce la competitividad (por ejemplo, en nuestra agricultura). 

Las grandes empresas (energéticas, distribuidoras, bancarias, agroalimentarias, …) están dispuestas a poner el hombro para su supervivencia ¿Podrán los gobiernos ser responsables y olvidarse de pensar sólo en sus intereses electorales? 

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.